sábado, 20 de diciembre de 2008

No es país para gatos

Sean de nuevo bienvenidos al blog menos actualizado de la historia. He aquí la respuesta a aquellos que me han solicitado en repetidas ocasiones que renueve el contenido del blog. Henry David Thoreau decía "Cuán vano es sentarse a escribir cuando aún no te has levantado para vivir." Así que creo que tengo una buena excusa.

Hoy toca hablar sobre el segundo mamífero más numeroso de Bucarest, el perro. Algunos de mis compañeros Erasmus creerán ver repetido el post "Bucarest canina" del señor Torsimany, no en vano, este blog va más encaminado al desahogo personal y a mostrarle a mis conocidos sureños el mundo rumano por medio de mis propias palabras.

Una de las cosas que más impresionan de la ciudad, es la cantidad de perros callejeros que pululan a sus anchas. Deben de ser miles, se encuentran por todas partes. Y, Cuando digo todas partes, le estoy dando un significado mucho más amplio del que se podría presuponer. Tal es así, que hasta se pueden encontrar chuchos dentro de los edificios universitarios (véase la foto). Son pocas las zonas de la ciudad que se libran de la plaga.

Una vez, en la 3ª planta de este edificio, entré en una habitación que pretendía ser un cuarto de baño. Al llegar, tuve un encuentro con este can, recién salido de un retrete, Dios sabe que hizo dentro. Así que nada, a hacer mis necesidades mientras dicho bicho me mira con cara de pena.

En algunos casos llegan a organizarse en jaurías. Una vez, yendo a casa tras hacer la compra, me topé con un grupo de unos 10 perros corriendo hacia mí. Yo, con un kilo de pollo recién cortado, me esperaba lo peor. Me quedé petrificado, mientras, los cuadrúpedos pasaban rozándome las piernas, se quedó en eso. No he tenido ningún problema de importancia, alguno que otro me ha ladrado y me ha enseñado los dientes, pero sin que llegase la sangre al río. Veremos que ocurre más adelante, cuando llegue el invierno y les cueste más trabajo encontrar comida, se vuelven más agresivos, dicen. A la mayoría de los rumanos a los que les pregunto les han mordido, al menos, una vez.

No obstante, la gente está más que acostumbrada a vivir con ellos. No son pocos los que los acarician, y menos aún, aquellos que les dan de comer. Con anterioridad, todos aquellos que se postulaban a alcalde de la capital de la Dacia prometieron erradicar la plaga, pero se quedaron en eso, promesas. Cada vez que alguien intenta solucionar el problema, aparece Brigitte Bardot para hablar con el presidente de turno, y luchar por el derecho de los chuchos a ser libres y continuar siendo un problema de seguridad y sanidad público. Alguno se echará las manos a la cabeza, pero, cuando tienes problemas más graves que resolver, ¿Qué importan unos cientos de miles de animales?